Wednesday, April 12, 2006

debate sobre la felicidad de los chilenos

¿Por qué, si las sociedades occidentales se han hecho cada vez más ricas, las personas no son más felices? Diversos estudios demuestran que pese a mejores ingresos y mayor calidad de vida la sensación de bienestar no ha mejorado. Dinamarca, Suiza, Suecia y Finlandia aparecen en las encuestas como los países más felices del planeta. Pese a ello tienen las tasas más altas de suicidio del mundo. ¿Cómo es posible esta contradicción?Ésta es la temática que se abordó durante el primer debate de este año del ciclo La UC mira a Chile, iniciativa de la Vicerrectoría de Comunicaciones y Asuntos Públicos de la UC. La historiadora Sol Serrano y el sociólogo Eugenio Tironi fueron los encargados de debatir en torno a «Los chilenos y la felicidad: La paradoja del bienestar», conducido por la periodista Carolina García Huidobro.A principios de 1900, la vida en Chile era una aventura muy riesgosa. Como dice el historiador Rafael Sagredo en el libro La historia de la vida privada en Chile, se trataba de nacer para morir o vivir para padecer. La expectativa de vida en el mundo alcanzaba a los 47 años y puntualmente en Chile, un niño de cada tres moría antes de cumplir un año.Hoy, según diversos estudios, en los últimos 50 años la renta de los chilenos se ha multiplicado. Chile tiene un ingreso per cápita de 11 mil dólares (PIB per cápita ajustado según la paridad de poder de compra, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional de 2005), el segundo más alto de América Latina y ocupa, además, el puesto número 37 del Índice de Desarrollo Humano. Los chilenos trabajan menos y ganan más que hace cien años. La vida es más cómoda que la de sus antepasados, pero la paradoja es que a pesar de ello la depresión se ha instalado como uno de los grandes males que aquejan a esta época: ya se habla de la «enfermedad de vivir» y cifras oficiales revelan que al menos un tercio de las consultas de atención primaria están vinculadas a trastornos del ánimo. Entre un siete y un diez por ciento de la población chilena tiene depresión diagnosticada. Se trata de una enfermedad que a nivel mundial ha aumentado en un 56 por ciento en los últimos diez años. La Organización Mundial de la Salud vaticina que en el año 2020 será la primera causa de ausentismo laboral en el mundo.Según Eugenio Tironi, una mayor prosperidad no asegura la felicidad, ya que no tiene que ver con el ingreso de las personas, sino con la calidad de las relaciones entre ellas. Por su parte, Sol Serrano opina que lo primero es preguntarnos cómo queremos ser felices y ello dependerá del tiempo en el que se vive y de la sociedad en la que el individuo se desenvuelve.Tironi, quien levantó el tema de la felicidad en Chile con una columna publicada en el diario El Mercurio titulada «¿Es Chile un país feliz?», confiesa su sorpresa por la reacción que suscitó. Hubo quienes opinaron desde que era muy difícil medirla hasta que era una cuestión absolutamente personal. El sociólogo cree que sí es posible medir los niveles de felicidad de los países y siempre es válido preguntar como sociedad si el camino elegido conduce o no hacia ella. A su juicio, la felicidad está condicionada por el tipo de cultura en la que se vive. «Creo que no solamente podemos intentar ser más felices, sino que es nuestra obligación y me rebelo a renunciar a reflexionar y a trabajar por ello. Por lo tanto, es perfectamente válido plantearse hacer de la felicidad hoy, y no mañana, el gran vector de la política pública, la gran obligación del Estado y ponerlo en el centro de la acción del gobierno».Por su parte, Sol Serrano considera que la felicidad depende de los tiempos. El mundo moderno la ha definido como la capacidad de los seres humanos de ir hacia alguna parte de cambiar el entorno y a sí mismos. Ya a comienzos del siglo XX se vivió un proceso de modernización en el cual era muy distinto ser un pobre de las salitreras que haber sido un peón de hacienda del siglo XVII. «La idea de no querer ser eso y ser otra cosa ya estaba en ese sentido instalada».Al parecer una vez alcanzado un nivel básico de bienestar material, la felicidad ya no tiene que ver con el ingreso de las personas, sino con la calidad de las relaciones entre ellas. Sin embargo, la búsqueda obsesiva por incrementar la riqueza las va deteriorando, por lo tanto el incremento de felicidad que genera la riqueza no se compensa con el malestar que produce el deterioro de la relación entre todos. Importante también es la libertad que ayudaría a obtenerla, por lo que existe una correlación positiva entre democracia y felicidad. Desde el punto de vista individual, el dinero ayuda a la felicidad, pero nada generaría tanta como el matrimonio y nada menos que el desempleo y el divorcio.

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