Friday, July 13, 2007

Protección Social y Gobernabilidad


Correa: “La protección social es un punto clave de la gobernabilidad
Enrique Correa www.proyectaamerica.cl julio 2007
Intervención en el seminario Modernidad y Protección Social, efectuado el 27 de junio de 2007 en el Centro Cultural Palacio de La Moneda.

Los centros productores de pensamientos ligados a la Concertación hemos querido dar una señal de unidad y nos ha parecido este un momento oportuno para hacerlo. Es oportuno en verdad, después de 20 años de convivencia y de acción común de construcción de un país distinto, preguntarse qué es lo que nos une, porqué aunque somos heterogéneos hemos podido gobernar con éxito con tantos actores. En mi opinión esto se debe a que, en medio de tanta diversidad, nos ha unido un concepto: la convivencia de un mercado fuerte, libre, competitivo y transparente, con un Estado potente, generador de políticas públicas de gran potencia y largo alcance. Este ha sido el cemento racional que nos ha dado identidad y nos ha permitido gobernar.

Esta afirmación de convivencia entre un Estado fuerte y un mercado fuerte hoy parece un lugar común, pero no lo era hace 20 años. Entonces ajustamos cuentas definitivamente con las tesis neoliberales, que equivocadamente pensaban que la constitución de un mercado fuerte tenía el ineludible y necesario precio de la reducción del Estado. Nunca suscribimos esa idea.

Y desde nuestro origen nos movimos en una estrategia de dos brazos, por un lado políticas económicas de alta responsabilidad fiscal, de gran fuerza aperturista, orientadas hacia tasas de crecimiento altas, y en el otro brazo, la reposición de la política que tanto despreciaron los neoliberales. Repito de la política, esto es del Estado como un factor clave en la construcción estratégica del país. Esa política, ese Estado lo apuntamos cada vez más hacia la producción de políticas públicas destinadas a una mayor equidad y menos pobreza.

Las últimas cifras de la Encuesta Casen son demostración a gran escala del éxito de nuestra estrategia. La articulación inteligente entre crecimiento y equidad o entre crecimiento y protección social es el origen fundacional de nuestra razón de ser como coalición. Asimismo, después de un largo tránsito intelectual y político no sencillo, hemos reconocido al mercado y su dinamismo como el motor esencial del crecimiento, pero junto con ese reconocimiento, secularizamos un cierto concepto religioso del mercado que sostuvieron y sostienen con fervor los neoliberales y establecimos que, si queríamos un país moderno, no podíamos confiar sólo en el mercado y sus automatismos. Esos automatismos no eran capaces de producir mayor equidad social, adecuados resguardos medioambientales y apropiados equilibrios entre regiones al interior del país por mencionar algunos elementos. Todos ellos: equidad, medio ambiente, regiones y localidad son elementos definitorios de la modernidad hacia la que transitamos.

El modelo de mercado sin Estado o con un Estado mínimo, proclamado por los neoliberales, no es sustentable y no nos conduce a un país unido sino a un país dividido, no nos conduce a un país moderno sino a un país fragmentado.

Ahora, se dice aquí, que las políticas de equidad social o protección social tienen una doble relación con el crecimiento. Por un lado, éstas no son viables sino sobre la base de un crecimiento alto y estable, y por otro, son una condición para ese crecimiento y ese tránsito a la modernidad. Hablamos de la ampliación de las oportunidades de educación, de salud, de mejor calidad de vida y mayor consumo para grupos cada vez más amplios en toda la escala social. Entonces por un lado, dependen del crecimiento y por otro lado, lo alimentan.

La política de protección social es un punto clave de la gobernabilidad. Singular trayectoria la de este concepto: partió teniendo un sesgo conservador en los ochenta, cuando se le identificaba con mecanismos estatales de contención de las demandas, y ha llegado a adquirir un sesgo progresista ahora que se le identifica con los conceptos de legitimidad del Estado y de una sociedad con alta cohesión social.

La raíz de la ingobernabilidad de muchos países de América Latina es el sentimiento de una pobreza sin remedio, de una desigualdad que acompaña a la existencia humana desde la cuna hasta la muerte, esa percepción, esa sensación social es incompatible con un país gobernable y es incompatible –naturalmente- con un país moderno.

Otro ángulo interesante de la protección social es que la razón más profunda, en un país moderno y civilizado, para una política fiscal responsable y prudente es poder contar con recursos sustentables en el largo plazo que permitan un sistema de protección social que dé preferencia a los sectores más precarios y vulnerables de la sociedad, pero que dé sustento estable también al ascenso social de los grupos emergentes.

Así como no es contradictorio el crecimiento y las políticas sociales activas e incluso costosas, no lo son tampoco un sistema de protección de gran envergadura, por un lado, y políticas fiscales prudentes e inteligentes, por otro.

Creo que lo más inteligente entre nosotros es poner fin a los falsos dilemas que tensionan nuestra convivencia, convicciones y decisiones: crecimiento versus equidad; políticas sociales versus prudencia fiscal; gobernabilidad versus demandas sociales.

Precisamente nuestra superioridad como coalición es que hemos sabido resolver ese dilema y hemos construido un país exitoso.

En Chile estamos en la mitad de la construcción de un sistema moderno de protección social. La Reforma de la Salud ha sido una transformación estructural muy trascendente que ha puesto en el centro el concepto de los derechos garantizados. La ampliación de la educación preescolar y la reforma previsional buscan disminuir en el país la desigualdad de oportunidades y buscan reparar una larga injusticia para quienes, tras una vida de trabajo, han dado todo y reciben poca recompensa. Niños y tercera edad son preocupaciones propias de un país moderno.

La Reforma Educacional, que ha generado un largo debate, apunta a la equidad por un lado, y al crecimiento por otro, porque estamos en la mitad del camino de transformación de nuestra nación en un país moderno. Hemos cruzado la primera mitad con éxito, la segunda mitad es más compleja y demuestra que el crecimiento y la protección social son en verdad un patrimonio fundamental.

Unas palabras finales. Como he dicho, vivimos un tránsito acelerado a modernidad y experimentamos fenómenos sociales que han vivido otros países en etapas similares a la nuestra. La convivencia en el estado de ánimo de las ciudadanas y los ciudadanos nos proveen de dos sentimientos paradójicos: el entusiasmo ante las oportunidades abiertas y el temor al desamparo en medio de una sociedad cada vez más competitiva. Ese temor al desamparo es un sentimiento que, si no es bien respondido por un adecuado sistema de protección social, compatible con una economía moderna, puede ser la raíz y el sustento de populismos de mal perfil y mal pronóstico.

Ampliar las oportunidades que entusiasman y resolver los desamparos que aterran es el equilibrio que requerimos para conducir el país a buen puerto.

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