Monday, January 21, 2008

Doce Cantos sobre Chile

Adjunto la presentación realizada del libro Doce Cantos sobre Chile del Historiador y amigo Eduardo Cebrián realizada en la Recoleta Domínica en diciembre 2007.
Doce cantos sobre Chile Un acercamiento emotivo
Una sorpresa, una inesperada sorpresa que me lleva a descubrir (y redescubrir) los cantos épicos que nacen a partir de la conquista de Chile. Vuelve pues La Araucana, en primer lugar, el Arauco Domado, el Cautiverio Feliz, libros citados, comentados, referidos, con suerte leídos a contrapelo, en nuestra una ya lejana pubertad, leídos junto con otras epopeyas de otras tierras, mares y guerras. Ahí aparecen los héroes, la aventura, el valor, los grandes paradigmas que nos hablan de una vida sublime y grandiosa ganada a costa de sacrificio y dolor. Ahí están los grandes personajes, reales o no, que han de convertirse en guía, en ejemplo, de lo que es digno, de lo que es ser un humano. Pero eso no es todo, detrás también están los pueblos, los que nutren a los héroes y son nutridos por ellos, extraña simbiosis que da el verdadero sentido a estos textos. Así pues, hemos vivido a la sombra de estos relatos que pese al tiempo- nuestro tiempo- continúan hablándonos- cantándonos, sería más preciso- con su idioma alambicado y arcaico.
Sorpresa pues, sobrecogimiento, al descubrir estos Doce Cantos sobre Chile. Inesperadamente me encuentro con una historia increíble, digna de una novela de bibliófilos tan de moda en estos días. Un manuscrito olvidado, que es casi lo mismo que perdido, un autor desconocido, un final abrupto, todos elementos que no pueden dejar a nadie impasible. De inmediato queremos saber más, de inmediato surge el asombro y esa palabra no es casual, pues tiene su origen en la idea de asustarse de una sombra y los Doce Cantos son sin duda una sombra. Una sombra de un pasado que nos parece tan remoto, que nos habla de extraños albores, de orígenes y fundaciones. Pero aquí es necesario detenerse, estoy al borde de lugar común. Una epopeya perdida, ignorada, no pudo ser el fundamento de nada, trescientos años de silencio no pueden ser invocados para construir un discurso y aquí me asalta una paradoja, pese a su antigüedad los Doce Cantos son nuevos, recuperados de su parcial anonimato, vuelven a la vida, dando inesperadas luces sobre ese pasado que ha sido definido como nuestro origen.
Así pues, nos encontramos con estos textos, Los Doce Cantos y otros, a los que se les ha señalado como fundacionales; pero entonces, en su lectura, hay algo que me incomoda, me inquieta. Han sido escritos por los conquistadores para destacar sus propias hazañas, para informar a su mundo sobre sus triunfos y desventuras, para tallar su propia figura épica, para tratar de describir la increíble aventura que están viviendo en este “Nuevo Mundo”. Ellos viven el choque sin prever, ni imaginar las consecuencias, no buscan crear nuevas naciones o pueblos, sólo asentarse en esta tierra (sólo somos paisaje). El criollo no tiene voz, menos el mestizo, sólo se enfrentan aborígenes y conquistadores que luchan por permanecer. Entonces no se está fundando nada, será más adelante, cuando surja esta inquietud en que la sombra de esta guerra se proyectará para tratar de entendernos.
La conquista, La Guerra de Arauco, los vaivenes de una colonia pobre y atrasada al borde del desastre, la precariedad de este lugar ignoto y la sorpresa- otra vez la sorpresa- de unos nativos que se niegan a dejarse avasallar, la resistencia y la derrota. Y es aquí donde aparece, a mi juicio, uno de los elementos notables de estos cantos, el reconocimiento de la justicia de esa resistencia, de que el enemigo lucha por su tierra, que se es de la tierra y que ahí viene la fortaleza.

oh!, varón, en quien fiamos
la universal salud menesterosa,
este bastón y el cargo te entregamos
de libertar la patria generosa;
por ti restauración cierta esperamos
o fortuna de todos venturosa,
que el presente nos deja satisfechos:
¡pasarás a mayores y altos hechos!
……….
Agora, pues, varones escogidos,
por elección del hado vitoriosos,
el tiempo es de mostrarnos atrevidos,
mis contrarios que están los enemigos perdidosos,
y que con escuadrones escogidos,
dejando los lugares montuosos,
salgamos arrojados a los llanos
en busca de los pérfidos tiranos.

Los indígenas son auténticos patriotas, comparados muchas veces con los romanos- hasta tienen un Senado-, no por eso dejan de ser bárbaros y sanguinarios, no dejan en última instancia de ser los incivilizados. No obstante tienen voz, no obstante son humanos, aún más son una nación, bárbaros, pero un pueblo. En fin, el reconocimiento.
Otro elemento que me llama la atención es la presencia de un hecho generalmente ignorado o tenido muy poco en consideración que es la presencia del indio aliado, del sirviente indígena, el hecho que esta guerra no es sólo de españoles contra mapuches, sino también entre los propios indígenas, única manera de poder entender, creo, la conquista de América.
En fin, una épica, un canto a la Guerra de Arauco y sus miserias-aunque se las vista de gala, mi ojo moderno no puede dejar de percibir esa realidad- una lucha, el coraje y el temor de esos extraños hombres que siguen luchando en nuestra cabeza y de los que todos decimos descender.

1 comment:

Anonymous said...

wena profe